Por: Camila Zamudio (Colombia)
La dicotomía del control cognitivo nos enseña a diferenciar entre lo que está y no está bajo nuestro control. Aunque pueda parecer simple, en la vida diaria esta distinción es difícil de entender y asumir. Sin embargo, cuando logramos identificar qué situaciones podemos gestionar y cuáles no, nuestra vida se vuelve más tranquila y nuestras decisiones, más estratégicas.
Comprender esta separación nos permite tomar decisiones más conscientes. Si una acción o elección nos genera bienestar y satisfacción, vale la pena reforzarla. Pero si nos causa daño o no aporta valor a nuestra vida, es sabio alejarnos. Esta forma de pensar no solo aplica a lo personal, también impacta lo laboral, lo familiar y lo emocional.
En lo personal, esta perspectiva me ha ayudado a reconocer momentos en los que antes me sentía impotente por no tener todo bajo control. Esa necesidad me generaba estrés, frustración y mal genio. Hoy, que logre entender esta diferencia, me siento más serena. Observo con mayor claridad las decisiones, las situaciones y el comportamiento de los demás, sin dejar que todo me afecte, trabajo cada día para fortalecer este conocimiento y cuando me encuentro en una situación incomoda lo primero que llega a mi mente es la “dicotomía del control cognitivo” Aceptar que no todo depende de uno mismo no es rendirse, es liberarse del desgaste innecesario. Es una forma de vivir con mayor enfoque, amor, equilibrio y paz mental.
Descubrir la dicotomía del control cognitivo ha sido una de las experiencias más transformadoras de mi vida. Aunque se trata de un concepto sencillo, su impacto en la forma en que percibimos, reaccionamos y decidimos frente a las situaciones cotidianas es profundo.
Durante mucho tiempo intenté tener todo bajo control: las situaciones, las personas, las reacciones ajenas e incluso los resultados de mis decisiones. Fue en ese proceso de desgaste que empecé a explorar más profundamente el concepto de control desde la neurociencia. Comprendí que el control cognitivo —esa función de nuestro cerebro que nos permite planificar, decidir, inhibir impulsos y adaptarnos— tiene límites. Nuestro córtex prefrontal es una herramienta poderosa. Y aceptar esos límites, lejos de ser una debilidad, se convirtió en una fuente de libertad mental.
Aplicar esta dicotomía me ha traído cambios significativos. Hoy soy más consciente de mis reacciones, observo mejor mis pensamientos, y elijo con más claridad mis batallas. He aprendido a enfocar mi energía en lo que sí puedo cambiar: en cómo respondo, cómo me cuido, qué decisiones tomo, y sobre todo, en cómo me relaciono conmigo misma.
Este cambio de perspectiva también me ha llevado a compartir esta idea con las personas más cercanas: mi pareja, mis amigos, mis colegas y mi familia en especial mis hermanas. Siento que todos deberíamos conocer y aplicar esta distinción. ¿Por qué? Porque no solo nos ayuda a tener una mente más tranquila, sino que también fortalece aspectos fundamentales como el amor propio, la madurez emocional y el crecimiento personal. Cuando comprendes que no puedes controlar todo, dejas de luchar contra lo inevitable. Te enfocas en mejorar lo que sí puedes transformar: tu entorno, tus hábitos, tus relaciones, tus límites. Te vuelves más selectivo con lo que consumes, con las personas con las que te rodeas y con los espacios donde decides invertir tu energía.
Aplicar la dicotomía del control no es resignarse ni vivir en la pasividad. Todo lo contrario: es tomar responsabilidad activa por lo que sí está en tus manos, y soltar aquello que solo te resta paz. Es una forma de vida más consciente, más enfocada, más sana.
Hoy puedo decir con certeza que entender y practicar esta distinción me ha hecho una persona más tranquila, más reflexiva y libre. Aún hay momentos en los que olvido aplicarla, porque somos humanos y vivimos en un mundo complejo. Pero cada vez vuelvo más rápido a ese punto de equilibrio. Porque mi mente me recuerda: esto depende de mí, esto no…