Luchando contra mis Demonios

Aún tengo claros recuerdos en mi memoria, episodios que quedaron muy marcados en mi infancia, mi adolescencia y aún en mi adultez; de un estigma que me impedía ser libre, de expresarme en público como yo deseaba, ya fuera en la escuela, o en una reunión de trabajo, de solo intentarlo el corazón me palpitaba más fuerte, mi cara se sonrojaba, mis manos destilaban gotas de sudor, y mi voz se transformaba en una angustiosa expresión al compás de tartamudeos. Se me hacía difícil articular ciertas palabras para darle mayor coherencia a lo que yo quería decir.

Sufrí de timidez desde que tengo recuerdos, aún me avergüenzan cosas simples como bailar, por ejemplo, ver directamente a los ojos a determinadas personas, en especial a familiares. Al parecer es una herencia puesto que he observado en algunos niños sufrir esta timidez e inclusive algunos adultos, y pude percatarme también cuando esconde este mal, y sí, lo llamo un mal porque es algo como una enfermedad que no permite vivir a plenitud, ni poder demostrar tus cualidades como uno quisiera. Al haberme familiarizado con esto, se me hace más fácil saber cuando a alguien más le sucede lo mismo y eso me hace comprender a esa persona y hasta inclusive facilitarle ciertas cosas que yo sé que a mí se me hacían difíciles de hacer.

Ciertas reacciones en mi hija menor que muchos catalogarían de soberbia, mala educación o malcriadez, en el fondo yo se realmente que la timidez podría ser la causante de ese tipo de reacciones.

En fin, con el pasar de los años, el enfrentarme a mis demonios en mis anteriores puestos de trabajo fueron enseñándome el camino para vencer el pánico escénico, el temor desmedido de hablar en público, descubrí que cuando hablas de lo que te gusta y de experiencias propias, es más fácil hacerlo en público, tal vez el hecho de que nadie puede refutarte sobre algo que es tuyo, puesto que estás hablando tu propia verdad, tu propia realidad o tu propia experiencia y eso hace que te sientas protegido. Claro, es muy diferente cuando abordas un tema que es del dominio de todos y tu exposición está bajo el escrutinio público. También descubrí que al decirme a mí mismo: no temas las personas que están ahí no son genios, no están ahí para evaluarte, no están ahí para estudiarte, no están ahí para ver tus errores, ¡no! están ahí para escucharte, están ahí para saber tu opinión, están ahí para aprender de ti, están ahí interesados por lo que tienes que decir, no hay por qué sentir temor.

La pérdida de varios seres queridos, aunados a problemas de pareja, me sumieron en una fuerte depresión de la cual logré salir a tiempo, y digo a tiempo porque había perdido el apetito, el sueño, las ganas de hacer cosas, me embargaba la angustia, la ansiedad y me miraba sumergido en un estado de alerta constante de la cual no podía escapar.

Como experiencia interesante, un día recordé un libro que un amigo me regaló, en sus intentos por reconquistar a su esposa y que en su momento lo consideré estúpido y pues me dispuse a rescatarlo de entre mis viejos archivos para ver que podía encontrar dentro que me fuera útil. En un par de párrafos leí algunas frases lapidarias que inmediatamente sentí describían mi situación y me identificaban plenamente, lo más curioso de todo es que con solo una simple lectura, empecé a sentirme mejor, de pronto toda mi visión gris se tornó full color, entendí que no estaba solo y que lo que me sucedía no era el fin de mi existencia, era simplemente un episodio de mi vida tal vez menor o peor que otros.  Comencé a sentir temor de mi propio cerebro, y de como éste es capaz de sumirme en un estado de mucho riesgo. La verdad, no tuve que leer el libro completo, me bastó leer un par de citas y repentinamente todo cambió en mí, acepté las cosas tal cual, me valoré más, me llené de valor, me dispuse a salir de ese hoyo en el que estaba, me puse mi mejor ropa y salí nuevamente al mundo con otra actitud.

Hoy en día siento que podría ayudar a otras personas a vencer sus miedos como yo lo hice con algunos de los míos, solía pensar que había nacido con un don, porque sentía que podía comprender a otras personas y eso me facilitaba relacionarme, comunicarme y ser más comprensivo, sentía que decía a las personas lo que necesitan escuchar.

Cuando surgió la pandemia, cambiamos nuestra manera de ver la vida y nos adaptamos ante esta nueva realidad, uno de los cambios más radicales fue el trabajo desde casa. Me tocó dar algunas charlas y entre ellas elegí los temas de Pensamiento Crítico e Inteligencia Emocional, me dispuse a estudiarlos para poder impartirlos a un grupo de jóvenes, y que les digo… sentí que me estaba encontrando con algo lo cual explicaba muchas de las cosas que yo había sentido y había aprendido. Hoy en día, aunque estudié Turismo y tengo una especialidad en Gestión de Destinos Turísticos, pues estoy acá en medio de un Master en Neuromanagement y Gestión del Talento Humano, descubriendo y aprendiendo conceptos y lecciones que me tocaron vivir y superar en carne propia con mis propios medios.

Pablo Arcia 11/2021

Comparte esta historia en tus redes!!!