Un abrazo que no di.

Lo vi, ahí acostado en la cama fría de un hospital, sufriendo porque le dolía respirar, ya tenía fibrosis en un 90% de sus pulmones, me acerqué y acaricié sus pies, los cuales no había acariciado desde que tenía 9 años, cuando en aquel entonces corría a quitarle los zapatos para colocarle sus chinelas.

Ese día que lo vi, yo estaba iniciando síntomas del covid, le dije que quería abrazarlo pero que me daba miedo que pudiera re infectarse, él me dijo, abrázame porque luego será muy tarde, me negué, no lo arriesgaría, él sólo me sonrió y de lejos me bendijo. Se fue, cerró sus ojos para siempre.

Quería creer que los padres eran eternos, fuertes, invencibles, pero no. Él,  mi padre, paso de vivir cerca de mí, a vivir dentro de mí.

El día de su partida se activó como nunca mi sistema límbico, era una mezcla de emociones, casi incontrolables, tristeza porque no lo pude abrazar y porque sabía que no lo volvería a ver, ira porque siempre creí que se pudo salvar y lo médicos no hicieron lo suficiente, estaba muy enojada con el sistema de salud y miedo porque había perdido mi escudo, me protector, ahora estaría frágil sin él. Mis sentimientos ante las emociones era dormir la mayor parte del tiempo, no tenía hambre, no quería hablar, según yo, eso me ayudaría a olvidar y no ver la realidad, no me estaba haciendo ningún bien, no estaba gestionando mis emociones, es más, ni sabía que podía hacerlo.

Hoy puedo decir que esta experiencia tan dolorosa también ha sido un gran aprendizaje de vida, si hay algo seguro es que un día todos nos vamos a morir, pero nadie se preparara para eso, nadie nos enseña a conocer nuestros sentimientos y desarrollar destrezas personales, sobre todo a tener autoconciencia, autoestima, autocontrol ante situaciones adversas que la vida nos presenta.

En mi memoria implícita y explícita quedarán registrados todos los gratos momentos que viví con él, sobre todo esos momentos de mi niñez, donde lo recuerdo esperándome fuera del colegio para ir por un helado, preguntarme las tablas de matemática, recibirme abajo del tobogán, comprarme mi vestido de primera comunión, consentir a mis hijas, entregarme en el altar y muchos momentos más.

Ahora debo dejarlo ir, sin esconder mis emociones, si no trabajando la inteligencia emocional, realizando actividades que me ayuden a encaminar mis energías de tal manera que pueda honrarlo siendo una hija de la que cualquier papá pueda sentirse orgulloso.

Otro de los grandes aprendizajes que me dejó su partida, es centrar mi atención en las personas que sí están, es disfrutar de cada detalle, vivir lo cotidiano poniéndole un sentido especial, expresar mis sentimientos sin temor ni pena, siendo totalmente honesta, luchar por mis metas personales, buscar siempre paz espiritual y cuidar de mi cuerpo como el mejor templo.

Una vez alguien me dijo que debía recibir terapia con un psicólogo, para ayudarme con el  proceso de duelo, probablemente haya funcionado muy bien, sin embargo, ahora estoy totalmente segura de que la mejor terapia que pude tener es aprender a conocerme, saber cómo funciona mi cerebro, cómo puedo ayudarme a mí misma a través de la neurociencia, pero también cómo ayudar a los demás, poniendo en práctica la empatía, comprender es respetar los sentimientos del otro, ahora por ejemplo me acerco más a mamá trato de darle todo el cariño, consentirla y el abrazo que no le di a papá se lo doy a ella una y mil veces, ella a pesar del gran dolor de haber perdido a su compañero de vida, siente el amor de su familia y ha aprendido a manejar sus sentimientos trabajando en su cerebro y su corazón y es algo que como familia lo hemos acordado para ayudarnos mutuamente.

Para finalizar, quiero expresar mi alegría por tener la oportunidad de recibir este hermoso máster, me encanta estar rodeada de personas interesadas en lograr construir un mundo mejor, contar con docentes con calidad y calidez, tan profesionales y auténticos, ha sido una gran experiencia de aprendizaje, donde estoy aprendiendo a retarme y no dejar que mi cerebro ahorre mucha energía jejeje no permitir que mis días sean en automático, si no, tener siempre el timón de mi propio barco.  

Ileyn Bolaños 12/2021

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