By Cristina Zuluaga (Colombia)
Es una impresión que tengo, pero ¿acaso nos incomoda sentirnos bien?
Asumimos, a menudo, que el bienestar y el “equilibrio emocional”, que todos anhelamos, son estados naturales. Sin embargo, parece que desde que nacemos no sabemos qué es “estar bien” y entramos en una búsqueda interminable de un algo que no entendemos cómo es, a qué sabe, cuándo lo sentimos o porqué. Y aun con eso, muchos experimentamos una sutil incomodidad cuando las cosas, la vida, nosotros, estamos bien; aparece la ansiedad, el (auto)sabotaje, o una necesidad inexplicable de ocuparnos y romper ese estado de calma. No obstante, esta no es una reacción irracional, tiene su fundamento en la forma en la que respondemos al entorno que nos rodea.
A través de dos conceptos que nos proporciona la neurociencia del comportamiento es posible comprender este fenómeno. Estos son: el umbral ok y el error de predicción. Veamos de qué trata cada uno.
El «umbral OK» es el equilibrio tácito entre el deseo por mejorar y el esfuerzo que se requiere. Aquí entra a jugar la capacidad subjetiva que una persona tiene para tolerar estados de bienestar, calma o éxito sin experimentar incomodidad. Podría afirmar que, desde esta perspectiva, muchas personas tenemos una tolerancia baja al bienestar, en parte porque nuestros sistemas emocionales fueron condicionados desde la infancia a operar bajo estados de alerta, caos o carencia.
Por ejemplo, alguien que creció en un entorno impredecible puede haber aprendido que la calma es antecesora del conflicto: cuando todo parece estar bien, algo malo está por suceder. “De eso tan bueno no dan tanto” decimos los colombianos. Así, el sistema nervioso interpreta el bienestar como una señal peligrosa, y activa mecanismos compensatorios como la preocupación, evitación, hipervigilancia o sabotaje.
Por otro lado, está el “error de predicción”. Este es un concepto de la neurociencia computacional y del aprendizaje por refuerzo que describe la discrepancia entre lo que el cerebro espera y lo que realmente ocurre. Esta señal procesada, entre otras, por el sistema dopaminérgico informa al cerebro que debe actualizar sus modelos internos del mundo (Schultz, 1998). Aunque este comportamiento es esencial para el aprendizaje, también tiene efectos emocionales sutiles, entonces, cuando el cerebro recibe una experiencia positiva que no esperaba, puede interpretarla como un «error» que necesita corregirse.
En otras palabras, si alguien ha aprendido que no merece sentirse bien o que el éxito conlleva peligro, entonces el bienestar actual genera un error de predicción negativo. En vez de celebrarse, el evento positivo activa una respuesta de corrección que busca restaurar la familiaridad del malestar. Este patrón es evidente en quienes, luego de alcanzar logros, sienten culpa, ansiedad o necesidad de compensar con conductas autolimitantes, como repetirse que no es bueno para desempeñar su trabajo, no es suficiente para su pareja, o su familia; que necesita obtener más logros a lo largo de su vida, entre otros.
Podemos observar este fenómeno, incluso vivirlo, en múltiples contextos cotidianos. Por ejemplo, una persona que entra en una relación estable y comienza a desconfiar sin motivos claros. Otro puede ser que alguien consigue un avance profesional y de pronto se enferma, se distrae o procrastina. También podemos ver personas que, tras experimentar calma emocional, se sienten inquietos y buscan estímulos, conflictos.
En estos casos el cerebro está enfrentando una experiencia que contradice sus predicciones previas sobre lo que es «normal», «merecido» o «seguro». El resultado es una tensión entre el presente positivo y las expectativas pasadas. Dicha tensión puede llevar al autosabotaje si no se reconoce conscientemente.
Pero veamos estas experiencias desde otra perspectiva. Aunque comúnmente se asocia el error de predicción con la corrección de expectativas negativas, también existe el error de predicción positivo: aquel que ocurre cuando la realidad supera las expectativas previas. Desde la neurociencia del comportamiento, este tipo de error es sumamente poderoso, pues abre una brecha entre lo aprendido y lo posible dando entrada al cambio. Cada vez que una persona experimenta un momento positivo y lo integra sin reacción defensiva, se está generando un nuevo tipo de error de predicción, uno que, en lugar de reforzar el malestar como lo familiar, abre la puerta a una nueva normalidad basada en la calma y la satisfacción.